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jueves, 18 de noviembre de 2010

Los primeros síntomas de la enfermedad de Parkinson pueden aparecer hasta 20 años antes que los trastornos motores

Investigaciones recientes indican que el comienzo de la enfermedad de Parkinson en el cerebro puede preceder más de 10 y hasta 20 años a los trastornos motores --caracterizados por el temblor, la rigidez o la lentitud de movimientos--, con síntomas vagos e inespecíficos como pérdida de olfato, trastornos de conducta durante el sueño, depresión o estreñimiento, según han explicado expertos durante el VIII Seminario Lundbeck de Neurología "Enfermedad de Parkinson. Diagnosticar para prevenir", celebrado en Sitges.

"Hasta hace pocos años, entendíamos que diagnóstico precoz era sinónimo de establecer un diagnóstico lo antes posible tras la aparición de los primeros síntomas motores. Hoy en día, hablamos de diagnóstico precoz como aquél que se establece años antes de que aparezcan los síntomas motores, en la fase premotora de la enfermedad", ha afirmado el director del Centro de Investigación de Parkinson de la Policlínica Gipuzkoa de San Sebastián el doctor Gurutz Linazasoro, para quien el diagnóstico precoz "es el gran reto".
La perdida olfativa y los trastornos durante el sueño sugiere a los investigadores que antes de la aparición clínica de la enfermedad se pierden entre un 50 y 70 por ciento de las neuronas dopaminérgicas. "Si se identifica la enfermedad en esta fase precoz y se consiguen retrasar los síntomas unos años, el número de enfermos se reduciría a la mitad en dos o tres décadas", afirma este experto.
Por este motivo, los expertos abogan por descubrir biomarcadores con los que poder detectar la enfermedad en estadios más tempranos, aunque según explica el Neurólogo especialista en Trastornos del Movimiento del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, el doctor Juan Carlos Martínez Castrillo, este ya es "uno de los principales objetivos clínicos en la actualidad".
El desarrollo de actuaciones terapéuticas preventivas efectivas en esos estadios iniciales "silenciosos" o cuando menos mínimamente sintomáticos del mal, es crucial para evitar la aparición de síntomas motores incapacitantes. No obstante, es algo complejo debido a que todavía no existen terapias que detengan la progresión de la enfermedad.
Además, se sabe que no todas las personas con una alteración del olfato o del sueño o con anomalías en las pruebas genéticas o en el DATscan acabarán desarrollando los síntomas motores de la enfermedad de Parkinson. Es más, los datos epidemiológicos indican que serán una minoría.
Por tanto, otra de las prioridades de los expertos es la búsqueda de estrategias neuroprotectoras que actúen sobre la muerte neuronal y la evolución de los síntomas, ya que, aunque numerosos moléculas han mostrado un efecto protector en modelos experimentales en animales, aún no hay resultados concluyentes en pacientes con enfermedad de Parkinson.
Actualmente, existen una serie de fármacos con potencial neuroprotector basados en su mecanismo de acción y en sus efectos en modelos animales además de otras estrategias no farmacológicas, tales como la cirugía o la infusión de factores de crecimiento, que pueden ser interesantes.

LAS ZONAS RURALES SIN DIAGNÓSTICO.
Un estudio llevado a cabo en la zona centro de España revela que hasta un 20 por ciento de los casos identificados no estaban diagnosticados, esta proporción es más acusada en las zonas rurales, donde el diagnóstico de la enfermedad no es fácil y, como han recordado durante este encuentro, "todo se achaca a la edad".
No obstante, advierten de que en ningún caso su diagnóstico es fácil ya que intervienen factores como la edad avanzada de los pacientes -la edad media es 61 años en Europa, siendo la franja de mayor incidencia la de los 50 a 80 años-.
Además, hay que tener en cuenta el hecho de que en el 30 por ciento de los casos los afectados no presentan temblor y que la enfermedad también puede aparecer en personas jóvenes (al menos el 25% de los pacientes es menor de 60 años y entre el 2 y el 5% aún no cumplido los 40, según la Sociedad Española de Neurología).
Respecto al tiempo que transcurre desde que el paciente manifiesta los primeros síntomas hasta que se le diagnostica la enfermedad, Linazasoro señala que "el tiempo es variable, ya que si domina el temblor, la sospecha es rápida tanto por el paciente y su familia como por el médico. Si no hay temblor, la cosa se complica, y esto ocurre hasta en un 30 por ciento de los casos".
Los especialistas reunidos en Sitges coinciden al afirmar que el papel del médico de Atención Primaria es clave, tanto a la hora de establecer la sospecha diagnóstica y remitir el paciente al neurólogo para confirmar el diagnóstico, como para dictar la pauta de tratamiento.
"La posibilidad de un diagnóstico y tratamiento adecuados están directamente relacionados con la facilidad de acceso a una consulta de neurología, y aún mejor a una consulta especializada en esta enfermedad, y parece que esta distribución es cuanto menos dispar en España", añade Martínez Castrillo.

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