Un
equipo de científicos del Langone Medical Center de la Universidad de Nueva
York (Estados Unidos) ha demostrado en un nuevo estudio que la pérdida del
sentido del olfato debida a la edad o a una enfermedad puede ser revertida. Los
hallazgos han sido publicados en la revista 'Nature Neuroscience'.
El
olfato es único entre nuestros sentidos, afirma el director del estudio, el
doctor Donald A. Wilson, profesor de Psiquiatría Infantil en el Langone Medical
Center e investigador en el Instituto Nathan S. Kline. El bulbo olfatorio, una
estructura situada bajo la corteza frontal que recibe impulsos nerviosos de la
nariz, también tiene conexiones directas con la amígdala, que controla las
emociones y la fisiología, y con regiones de orden superior como la corteza
prefrontal, que participan en la cognición y la planificación.
"A
diferencia de la información recibida de ojos y oídos, que ha pasado por muchas
conexiones hasta llegar a la corteza frontal, el sistema olfatorio está a sólo
dos conexiones de distancia", explica el doctor Wilson, "el resultado
es un acceso inmediato de la nariz a la memoria".
Aunque
el deterioro del sentido del olfato está asociado a la enfermedad de Alzheimer,
la enfermedad de Parkinson, la esquizofrenia, e incluso el envejecimiento
normal, la causa que explica por qué el sentido del olfato se debilita sigue
siendo un misterio. Ahora, investigaciones recientes de laboratorio, dirigidas
por el doctor Wilson, revelan cómo puede tener lugar este debilitamiento,
"hemos demostrado que el entrenamiento puede mejorar el sentido del
olfato, y también hacer que sea peor", añade Wilson.
El
doctor Wilson y la doctora Julie Chapuis, investigador post-doctoral, colocaron
ratas sedientas en cajas con tres agujeros del tamaño de su hocico y las
expusieron a explosiones breves de olores a través del orificio. En total de
utilizaron tres olores: una mezcla de 10 sustancias químicas de frutas,
aceites, productos de limpieza, etc; la misma mezcla con un producto químico
sustituido por otro, y la misma mezcla menos uno de los productos químicos.
Cuando los roedores identificaban un olor, eran recompensados con un sorbo de
agua administrado por el agujero de la pared lateral izquierda, por otro olor,
recibían agua por el orificio de la pared del lado derecho.
Las
ratas podían fácilmente distinguir entre los olores cuando un producto químico
había sido sustituido en una mezcla, pero no cuando uno de los componentes
había sido simplemente eliminado. Luego, los investigadores anestesiaron a las
ratas e insertaron electrodos en sus cerebros. En el bulbo olfatorio, cada olor
producía un patrón de actividad eléctrica diferente; pero en la corteza
piriforme, un área de la corteza cerebral de rata, los olores que las ratas
pueden diferenciar producían patrones distintos de actividad, mientras que los
que no podían distinguir produjeron patrones idénticos.
Los
investigadores entrenaron entonces a un nuevo grupo de ratas para discriminar
entre los olores que los primeros animales que no podían distinguir mediante
recompensas en forma de sorbos de agua, "logramos que reconocieran los
olores", afirma el doctor Wilson. En la corteza piriforme de las ratas,
los patrones de actividad provocados por estos olores similares eran ahora
diferentes.
Posteriormente,
se capacitó a un tercer grupo de animales para que ignoraran la diferencia entre
los olores que las primeras ratas podían distinguir fácilmente, dándoles agua
en el mismo orificio después de la exposición a cualquiera olor. Esto
efectivamente empeoró su sentido del olfato, las ratas no podían distinguir un
olor de otro.
"Nuestros
hallazgos sugieren que, mientras que la insuficiencia olfativa puede reflejar
un daño real al sistema sensorial, en algunos casos, puede ser un caso de
"usarlo o perderlo", dice el doctor Wilson. Estos resultados abren la
puerta hacia posibles terapias olfativas que podrían, en algunos casos, ayudar
a restaurar la función del olfato.
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