Desde un jugador de póquer hasta un director técnico, cualquiera sabe que para triunfar frente a un oponente lo primero que hay que hacer es descubrir su talón de Aquiles.
Este principio de sentido común acaba de permitir un avance clave contra dos enfermedades que pueden degradar totalmente la vida de las personas mayores, los males de Parkinson y de Alzheimer.
Después de estudiar durante cuatro años la formación de fibras de alfa sinucleína, que lleva a la muerte neuronal en el párkinson (similar al del alzhéimer), identificaron una región de esos agregados que permitiría diseñar racionalmente fármacos capaces de interrumpir el proceso que desencadena la enfermedad. El trabajo se acaba de publicar en los Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo.
"Nos abocamos a un tema que nadie pensaba que se podía estudiar –cuenta el doctor Claudio Fernández, vicedirector del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario, y jefe del grupo de Neurobiología Estructural–. Sin embargo, gracias a una serie de desarrollos metodológicos, logramos un avance clave que abre la posibilidad de diseñar fármacos que se dirijan específicamente a esta meta."
Tanto el Parkinson como el Alzheimer tienen su origen en un proceso que genera agregados de proteínas (la alfa sinucleína, en el primer caso, el péptido beta, en el segundo) que producen desórdenes en el funcionamiento cerebral y tienen consecuencias irreversibles y fatales.
"Se trata de un mecanismo por el cual ciertas macromoléculas biológicas se asocian entre sí en formaciones insolubles denominadas «amiloidosis» –cuenta Fernández–. Cuando se da en el cerebro, ocasiona la pérdida progresiva de neuronas. Por eso develar este mecanismo resultaba estratégico para poder intervenir terapéuticamente."
En 2006, de regreso en el país desde Alemania, donde había empezado a estudiar la alfa sinucleína en el Instituto Max Planck, de Göttingen, Alemania, Fernández decidió abocarse a cartografiar la forma tridimensional de la proteína e identificar las regiones críticas para su agregación.
"Este proceso tiene tres etapas –explica–: la de monómero, la de oligómero y la de fibra. Los que son tóxicos son los oligómeros, porque las fibras en realidad son un mecanismo de protección celular; tratan de drenar los oligómeros para que no causen la muerte neuronal. Entonces, si se actúa sobre los monómeros, que son como los «ladrillos», se puede evitar la formación de aquéllos."
Los científicos empezaron por dilucidar la estructura tridimensional de estas proteínas, y luego identificaron cuál era el sitio clave en el proceso patológico.
"A partir de esa información –detalla Fernández–, conseguimos inhibir racionalmente la agregación de la proteína mediante compuestos químicos y también pudimos determinar el mecanismo de acción de estos compuestos, que era desconocido."
El trabajo que se publica en el PNAS describe detalladamente la forma tridimensional de la proteína que causa el mal de párkinson y cómo se "agrega", e identifica la región clave sobre la que se puede actuar, pero los científicos trabajaron también sobre el péptido beta (que causaría el alzhéimer) y vieron el mismo patrón de agregación.
"Estas enfermedades son multifactoriales (responden a factores genéticos, ambientales, etcétera) –explica el investigador–. Sin embargo, el proceso de agregación, que es lo que produce la muerte neuronal, ocurre por los mismos mecanismos. Por eso, nuestra estrategia fue atacar este blanco, porque si impedimos la agregación estamos protegiendo las neuronas. Ahora, por primera vez, disponemos de bases concretas para avanzar en el diseño racional de fármacos para tratar y prevenir estas enfermedades."
Este principio de sentido común acaba de permitir un avance clave contra dos enfermedades que pueden degradar totalmente la vida de las personas mayores, los males de Parkinson y de Alzheimer.
Después de estudiar durante cuatro años la formación de fibras de alfa sinucleína, que lleva a la muerte neuronal en el párkinson (similar al del alzhéimer), identificaron una región de esos agregados que permitiría diseñar racionalmente fármacos capaces de interrumpir el proceso que desencadena la enfermedad. El trabajo se acaba de publicar en los Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo.
"Nos abocamos a un tema que nadie pensaba que se podía estudiar –cuenta el doctor Claudio Fernández, vicedirector del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario, y jefe del grupo de Neurobiología Estructural–. Sin embargo, gracias a una serie de desarrollos metodológicos, logramos un avance clave que abre la posibilidad de diseñar fármacos que se dirijan específicamente a esta meta."
Tanto el Parkinson como el Alzheimer tienen su origen en un proceso que genera agregados de proteínas (la alfa sinucleína, en el primer caso, el péptido beta, en el segundo) que producen desórdenes en el funcionamiento cerebral y tienen consecuencias irreversibles y fatales.
"Se trata de un mecanismo por el cual ciertas macromoléculas biológicas se asocian entre sí en formaciones insolubles denominadas «amiloidosis» –cuenta Fernández–. Cuando se da en el cerebro, ocasiona la pérdida progresiva de neuronas. Por eso develar este mecanismo resultaba estratégico para poder intervenir terapéuticamente."
En 2006, de regreso en el país desde Alemania, donde había empezado a estudiar la alfa sinucleína en el Instituto Max Planck, de Göttingen, Alemania, Fernández decidió abocarse a cartografiar la forma tridimensional de la proteína e identificar las regiones críticas para su agregación.
"Este proceso tiene tres etapas –explica–: la de monómero, la de oligómero y la de fibra. Los que son tóxicos son los oligómeros, porque las fibras en realidad son un mecanismo de protección celular; tratan de drenar los oligómeros para que no causen la muerte neuronal. Entonces, si se actúa sobre los monómeros, que son como los «ladrillos», se puede evitar la formación de aquéllos."
Los científicos empezaron por dilucidar la estructura tridimensional de estas proteínas, y luego identificaron cuál era el sitio clave en el proceso patológico.
"A partir de esa información –detalla Fernández–, conseguimos inhibir racionalmente la agregación de la proteína mediante compuestos químicos y también pudimos determinar el mecanismo de acción de estos compuestos, que era desconocido."
El trabajo que se publica en el PNAS describe detalladamente la forma tridimensional de la proteína que causa el mal de párkinson y cómo se "agrega", e identifica la región clave sobre la que se puede actuar, pero los científicos trabajaron también sobre el péptido beta (que causaría el alzhéimer) y vieron el mismo patrón de agregación.
"Estas enfermedades son multifactoriales (responden a factores genéticos, ambientales, etcétera) –explica el investigador–. Sin embargo, el proceso de agregación, que es lo que produce la muerte neuronal, ocurre por los mismos mecanismos. Por eso, nuestra estrategia fue atacar este blanco, porque si impedimos la agregación estamos protegiendo las neuronas. Ahora, por primera vez, disponemos de bases concretas para avanzar en el diseño racional de fármacos para tratar y prevenir estas enfermedades."